Rinaldo Ansaloni (83.700), llega a consagrarse un 19 de diciembre de 1953, pelea que se realiza en el Luna Park de Buenos Aires, cuando derrota a Angel Cassano (82.100) por KO en la cuarta vuelta. La pelea fue por el título vacante y en méritos a sus antecedentes la Asoc. Argentina de Box les da la oportunidad.
El peso hoy estaría en los cruceros, es decir, Ansaloni como Cassano regalaban en la categoría mayor, ya que debían casi siempre enfrentar boxeadores mucho más grandes, entre los 90 y 100 kilos.
El título para Ansaloni le significa combatir seguido, pero lo defendería muy poco, ante Antonio Acita (93.100), a quien derrota por KO en la vuelta 10, también en el “Palacio de los Deportes” de Corrientes y Bouchard en el año 1955 y recién en el año 1959 vuelve a defender el cinturón nacional; en esta ante José Saro Giorgetti, un boxeador 13 kilos más grande que el nuestro, quien derrota a Ansaloni en dos ocasiones, en el mismo año, KO 2 y KO 1, en ambas en el Luna Park.
Como campeón para Giorgetti son las únicas dos peleas que hace defendiendo el cinturón nacional, en una categoría donde no sobraban rivales, y los que estaban era de mucha jerarquía.
Ansaloni está en la historia entre los más eficaces noqueadores (campeones argentinos), con marcas superiores al 70% del total de sus peleas convertidas en victorias por K.O., son Miguel Cuello (93,33%), Rinaldo Ansaloni (87,50%), Pascual Pérez, Eduardo Lausse, Carlos Cañete y Oscar Bonavena. Tengamos en cuenta el mérito de esfuerzo y calidad que implica el sustentar estos promedios y porcentajes positivos a lo largo del tiempo y la acumulación de muchos combates.
Giorgetti pierde el título ante Gregorio “Goyo” Peralta, quien poco tiempo después lo pierde ante Oscar Natalio “Ringo” Bonavena (Año 1965).
La categoría pesados, tuvo en Willie Gould, un inglés, como campeón Argentino en 1908, a partir de allí Gustavo Lenevé, Suizo, pero apodado “el francés”, logra arrebatárselo, pero ante la prohibición de la práctica del boxeo en parte del país, no lo defiende nunca.
Recién después del combate entre Jack Dempsey y Luis Angel Firpo, este es considerado por la Federación Argentina, según está documentado, como campeón pesado. Nunca lo defendería por no tener oponentes. Desde allí hubo grandes boxeadores, pasando por Victorio Cámpolo, apodado el “Gigante de Quilmes”, luego lo fue Santiago Lovell, un duro rival que tuvo “Naldo” Ansaloni en varias oportunidades.
Luego de Ansaloni, llegó el nombrado Peralta, Bonavena, Corletti, Miguel Angel Páez, Raúl Gorosito, Domingo D’Elía, Walter Masseroni, Fabio “Mole” Moli, pasando luego por varios que no hicieron historia, hasta la actualidad, vacante y está cuarto en el ranking el sampedrino Kevin Nicolás Espíndola, con grandes chaces de ser aspirante al título en corto lapso.
En el año 1957, la Federación Sudamericana de Boxeo designa para cubrir el título Pesado vacante a Rinaldo Ansaloni, argentino y a Luis Sosa, uruguayo, combate que nunca se realizó.
Ansaloni se retira con un récord de 25 ganadas (25 KO), 5 derrotas, con una efectividad del 83,33 %. Debutó el 16 de mayo de 1953 y derrotó por KO 3 a Mario Pérez. Con solo dos peleas profesionales enfrentó a Archie Moore, un campeón mundial pesado que tenía en su haber 140 victorias, 19 derrotas y 9 empates. (Carecemos de datos de su carrera como amateurs, donde fue campeón argentino y representante olímpico en Londres).
«Tenía más aspecto de chacarero bonachón que de boxeador y mostraba una desmedida confianza en su fortaleza física» confió a nuestro medio un Periodista de la época (Ricardo Arias) que siguió su carrera.
Como pugilista amateur había realizado una destacada campaña, integró el equipo argentino para los Juegos Olímpicos de Londres 1948, se coronó en 1951 campeón Panamericano y en 1952 viajó al torneo Olímpico de Helsinki. Ingresó al profesionalismo bajo la conducción de los prestigiosos hermanos Alfredo y Tino Porzio.
Cuenta la historia periodística de la época que él siguió confiando en su fortaleza «el martes 13 de abril de 1971, en la zona rural de su San Pedro natal, se empantanó el ‘camioncito’ de un vecino cargado de naranjas y él trató de sacarlo del barro. Apoyó un hombro en la caja del vehículo y empezó a empujar con irracional fortaleza. Fue tal el esfuerzo que cayó extenuado en la huella. Horas después, en el hospital de su pueblo, sufrió el último nocaut, murió a consecuencias de un infarto de miocardio».
Fue tal su dimensión como deportista y lo que representó para la ciudad, que una calle lleve su nombre.