«Siete años jugué en el fútbol de San Pedro, desde los 17 hasta los 23 años, y luego volví por un año más cuando tenía 27 años, para el recordado y querido Sportivo Doyle, donde conocí tanta gente y amigos inolvidables; muchas fueron las anécdotas que tengo, pero una en particular no podré olvidarla jamás» cuenta Oscar en una nota de su autoría.
Nota y foto: crédito http://semanarioargentino.com.ar
En la última fecha del Campeonato nuestro equipo y creo que La Esperanza, habíamos llegado en igualdad de puntos, La Esperanza jugaba su partido en la ciudad de San Pedro y nosotros en Pueblo Doyle de local con el último de la tabla Huincalo, al cual en la primera ronda le habíamos ganado 6 a 0 ,con cinco goles de Eduardo Blaqui Acuña y uno mío, por lo tanto supuestamente si el partido iba por los carriles correctos, podíamos ganar nuestro partido, pero en el fútbol nunca está dicha la última palabra, y eso nos metió en la cabeza nuestro técnico.
Lo primero y esencial era ganar nuestro partido, porque si lo propio hacia La Esperanza, debíamos enfrentarnos a una final para saber quién sería el campeón.
La cancha repleta, donde creo que todo el pueblo estaba ahí, un pueblito chiquito a orilla de la ruta 191, nadie podía creerlo, menos nosotros, que un poco nerviosos seguíamos tratando de cambiar el resultado que a pesar del poco tiempo jugado era preocupante.
El partido empezó a volcarse hacia el arco rival pero el empate no llegaba, casi se estaban jugando los 45 minutos del primer tiempo, en una serie de rebotes quedo frente a mí la pelota frente al arco y logré el empate, ante la euforia de mis compañeros y toda la gente alborotada.
Ante el pitazo del árbitro del partido anunciando el final del primer tiempo, nos fuimos al vestuario no muy tranquilos, pero si esperanzados que podíamos dar vuelta el resultado, por lo menos habíamos logrado el empate antes de finalizar la primera parte.
Aclaro que era el año 1.980, en esos años no había celulares, solo había una cabina en la oficina donde se recibía la correspondencia, lejos de saber los resultados del otro partido. A veces podías comunicarte y en otras no, lo cierto es que recién terminados los partidos con un poco de suerte se intentaría llamar a la Liga de San Pedro para saber el resultado que nos importaba a nosotros.
Comenzó el segundo tiempo de nuestro partido ya un poco más tranquilos y comenzamos a dominar claramente, pero el gol del triunfo no llegaba, nuestro adversario ya casi no atacaba hacia nuestro arco, pero se defendían como unos leones, ya corrían los treinta y pico, y en una jugada bien elaborada, -no quiero equivocarme- Maese el número diez un jugadorazo, convertía el segundo gol ante el griterío de toda la cancha y los abrazos nuestros enloquecidos.
Los últimos minutos fueron anecdotarios por que el partido lo dominábamos y a pesar que la ventaja era un solo gol, estábamos seguros que el triunfo era nuestro, al final fue así: ganamos 2 a 1. Ante la algarabía de todos sabíamos que, hasta ese momento, lográbamos llegar a la final.
El presidente había mandado a la cabina de teléfono, a un miembro de la comisión para ver si podía comunicarse a San Pedro para saber el resultado del otro equipo. Después de la algarabía, salimos todos a la calle con la mirada hacia el lugar de donde supuestamente vendría el hombre con la información, a unas tres o cuatro cuadras de la cabina a nuestra cancha, ya había pasado media hora, y toda la gente atrás nuestro, y nosotros adelante con la vista nerviosa hacia ese punto donde aparecería el informante.
De pronto comenzamos a ver un tipo saltando como loco y haciendo gestos y señas sin parar, dando señales que algo extraordinario iba a pasar, y así fue: La Esperanza había empatado, por lo tanto ante el asombro primero y después fue un grito ensordecedor de ¡¡¡¡VIVA CAMPEÓN VIVA CAMPEÓN!!!! , algo que quedará en mi memoria hasta el resto de mis días…¡gracias Sportivo Doyle por tantos amigos cosechados en esos felices siete años!!!